miércoles, 17 de marzo de 2010

A mis hijos

Querido Hijo:
Para mí, es muy fácil escribirte bellas palabras de cariño, es fácil abrazarte y besarte, y también es fácil decirte cada día “te quiero”; y es así de fácil, porque Dios al poner tu vida en mi vientre y en mis manos, puso además en mi corazón el sentimiento más intenso, puro y benévolo que un ser humano puede poseer: el amor.
Pero es ése mismo amor, el que castiga y remuerde a mi conciencia cada vez que te regaño y te castigo, cada vez que me disgusto y cada vez que grito, porque me hace recordar lo que sentí cuando mis padres a su vez, hicieron lo mismo conmigo. Es ése mismo amor, el que me hace sentir tanto miedo de equivocarme contigo, de no estar haciendo lo mejor para ti, de cometer contigo los mismos errores que fueron cometidos conmigo.
La maternidad es el privilegio más grande que Dios me ha dado, pero también es la más grande responsabilidad en mi vida, pues las implicaciones de todo lo que haga o deje de hacer, recaerán no sólo en ti, sino en toda tu descendencia, y por lo tanto en la sociedad futura. Yo, como tronco de mi descendencia, tengo el privilegio y la responsabilidad de elegir lo que será transmitido de generación en generación, y consciente de la importante misión que Dios me ha confiado, decido heredarte sólo lo mejor de mí: mis mejores sentimientos, mis mejores acciones y mis mejores conocimientos.
Nada deseo más que verte crecer seguro de ti mismo, exitoso y tomando las decisiones que tú elijas para ser feliz, por eso le pido a Dios me ilumine con su espíritu y me conceda fortaleza para romper la cadena de errores que heredé de mis padres, sabiduría para enseñarte a discernir lo bueno de lo malo y elegir sólo lo mejor, y templanza para no anteponer mi voluntad a tu felicidad y aceptar tus decisiones aun a pesar de mis deseos.
El amor se demuestra dando y sé que no  me será tan fácil, pero con la inspiración de María que se entregó totalmente a su misión de madre ejemplar y de Jesucristo que se entregó por amor a nosotros, te doy querido hijo, de ahora en adelante, mi esfuerzo diario y constante para ser digna de que tu boca y tu corazón me llamen  “madre”.                                                         
Mayo 2007
 

No hay comentarios: